MARCO TULIO CICERÓN en De fato, Sobre el destino, (Introd. trad. y notas de Carmen Teresa Pabón de Acuña), en un simulacro de Diálogo, pretende refutar a los Estoicos cuando defienden la existencia del destino como principio opuesto a la libertad humana, ironizando también sobre las teorías de la simpatía (de Posidonio, Crisipo y Diodoro) y sobre la teoría atomista del clinamen, con que Epicuro hablaba de la ligera desviación de los átomos en su caída determinada, en lo que le estaba siguiendo Lucrecio en su De rerum natura…

En De diuinatione, Sobre la Adivinación, (Introd. trad. y notas de Joaquín Beltrán Serra) Cicerón aparece convencido de la existencia de los dioses. Su objetivo era desterrar las supersticiones que habían invadido los auspicios, los ritos divinos y la religión, razón por la que niega la adivinación, pero defiende la religión como beneficiosa para el pueblo. Es decir, por conveniencia político-social.

Rebate la idea estoica de vincular a los dioses con la existencia de la adivinación. Se inclina por la ley del cambio, rechazando el pensamiento estático y adoptando lo que podría denominarse una solución de pragmatismo político. Asume las tesis de la corriente académica, rechazando la superstición estoica, pero duda de la mayoría de las ideas.

Defiende a rajatabla el método socrático, en su deseo de servicio a los ciudadanos y su vocación pedagógica pretendiendo formar e instruir a la juventud.